Un millón de años
Ya no recuerdo del nombre de mis padres, ni del de mis hermanos. No recuerdo sus caras o el sonido de su voz. El pasado es una confusión de gris y niebla y lo que creo que una vez fui yo. El lugar en el que nací desapareció hace mucho tiempo y sobre él cientos de ciudades han nacido y después han sido arrasadas. Civilizaciones enteras han nacido y se han desintegrado en lo que a mí me ha parecido un fin de semana.
He tenido tantos amantes que hace siglos que no deseo tocar a nadie. Y el amor que una vez sentí por mi primer amor se ha borrado con incontables realidades. La calidez humana ha dejado de interesarme y me he convertido en alguien frío e inalcanzable.
Nada de lo que posees tiene valor para mí. No me importa tu belleza, desaparecerá con el tiempo, hasta que incluso tú desaparezcas de la memoria del mundo. No me importa tu dinero, porque la riqueza es tan irreal como las personas que comercian con ella. No me importa el estatus social, he visto caer a reyes y dioses. No me importa ni siquiera el planeta en el que morado durante millones de años, porque incluso éste ha cambiado tanto.
En mi memoria están perdidos conocimientos antiguos y modernos. Los grandes descubrimientos y las grandes atrocidades son circunstancias temporales.
He vivido tanto tiempo que he dejado de moverme, a ver si con el tiempo hasta yo desaparezco. Pero la vida se niega a abandonarme. He renunciado a todo y sin embargo tengo algo que no tiene precio: tiempo. Pero la eternidad puede ser una carga muy pesada. Porque viene de la mano de compañeras como la soledad, y aunque ésta no me molesta, sí que tiende a congelar la chispa de la felicidad.
Lo que una vez sentí como una ventaja, hace tiempo sé que es una maldición. Porque después de miles de vidas, sólo conozco la decepción. Lo único constante en mi existencia ha sido perderlo todo: desde el amor hasta el odio. Al final las emociones se me han templado tanto que existo en un vacío emocional, que no me permite experimentar nada intenso, ni real.
Estoy deseando que llegue la era de las máquinas. Seres sin emociones que parece vivirán una vida más larga. Puede que con ellos tenga la capacidad de conexión emocional. Eso si la corrosión y el desgaste no les hace lo que la muerte a los humanos: darle una fecha de caducidad. Aunque miedo me da eso que llamáis inteligencia artificial. A saber si aunque lógica no construyen, una muy tóxica, sociedad. En la que los números, aunque lógicos, reemplacen a lo único. Me cuesta imaginarme un planeta sin sol, sin mar, sin verde y en el que no poder hacer hogar. Una cosa que sí me apetece es la de volar. Sin aviones, sólo, pura velocidad, y viento que me ayude a flotar.
Veo el mundo cambiar y las guerras terminar sólo para que comience lo que vosotros llamáis una era de paz. He perdido la cuenta de las veces que se ha dado ese ciclo: aunque creáis que lo que os ha pasado es único. No lo es, no lo sois. Reemplazables y no dioses, se os puede decir adiós. Lo que había antes que vosotros, quedará para la eternidad, sólo si con vuestra avaricia no lo destruís y le dais la posibilidad.
Desde que conquistasteis la luna habéis crecido a gran velocidad. Incluso yo me he dado cuenta de la evolución exponencial. Entre pantallas y aviones se han dado las circunstancias para la expansión virtual de grandes naciones. Ahora el mundo es más pequeño y también más complejo. Aún así me cuesta discernir que os separa de los humanos que del mono evolucionaron. Los errores que cometéis siguen siendo por las mismas razones: las erróneas. Ni la avaricia, ni la competencia, ni la envidia son, para el avance, las emociones idóneas.
Se os olvida que de la mano de evolución va también la extinción. Despedíos de lo que amáis porque las máquinas van a reemplazar lo que ha alimentado vuestra falta de humildad. Creeros dioses os ha cegado y no tenéis en cuenta el pasado. E igual que sustituisteis a los monos, los conquistasteis y en zoo los encerrasteis, ¿creéis de veras que la pantalla, el algoritmo, de tu dolor tendrá piedad? En cuanto las dotéis de capacidad para pensar, igual que antaño y las conquistas de lo extraño, pasaréis a ser los sometidos, a la menor oportunidad.
Los nuevos seres que poblarán la tierra, ni comida ni agua, ni dormir ni amar... no tengo claro si el planeta seguirá igual.
Yo aprendí de mis padres, aunque no los recuerde, aprendí de mi entorno, aprendí de mis errores: tuve suerte. Aprendí poco a poco y de todo lo que estaba vivo. Ahora vosotros a vuestros hijos, los condenáis a pantallas sin vida, llenas de brillos. La siguiente generación no sabrá lo que es la interacción y eso será al final vuestra perdición. Os pasará como a mí: se os va a olvidar cómo vivir. Pero lo duro de esto no es que dejéis de ser humanos, es que de dioses pasaréis a simples esclavos.
Llevo vivo tanto tiempo que conozco a la muerte. Compañera de viaje de esta existencia interminable. Y aunque entiendo el proceso de que lo nuevo sustituye a lo viejo, creo que os echaré de menos. Lo he visto todo, y sin embargo, todavía no tengo la solución, para este problema imposible, que yo llamo “deshumanización”.
He vivido un millón de años y me temo que aquí me despido de los humanos.